Nuevo capítulo en Living las Vacas de propuestas para unas vacaciones con perspectiva vacuna. Tras las anteriores entregas de Cáceres y las Rías Baixas, nos centramos en Navarra.

La histórica región foral de Navarra es todo un compendio de naturaleza y cultura. Desde las riberas del sur a la zona montañosa del norte, con su multiplicidad de valles en los que permanecen inalterables los usos y costumbres más auténticos de antaño.

Ultzama, Roncal, Roncesvalles, Elizondo… Navarra tiene mil y un lugares mágicos, valles que se encuentran en la geografía al norte de Pamplona, capital de esta histórica comunidad, con una idiosincrasia propia en cada uno de ellos. El paisaje, lo autóctono y la ganadería son los grandes puntos fuertes de una zona rural que destaca sobre otros aspectos. Deleitarse con una cuajada, observar a los animales que pastan libres en el campo y perderse en sus bosques son experiencias del todo recomendables para los visitantes.

Todo ello con el refuerzo de una población que destaca como pocos por su lealtad. Los navarros dan el punto definitivo a una región que se convierte en una gran alternativa para los meses de estío. Inmejorable comida, buen clima y paisajes sorprendentes. ¿Qué más se puede pedir?

Foto 1

Qué hacer. Darse una vuelta por Pamplona siempre es recomendable. Y ahora que finalizan las internacionales fiestas de San Fermín, que acaparan todo el protagonismo durante la primera quincena de julio, la ciudad está mucho más tranquila. No se corte y siéntase todo un corredor de los encierros recorriendo la Cuesta de Santo Domingo, la calle Mercaderes y la mítica Estafeta.

Qué comer. Tierra de pacharán, espárragos, pimientos y chistorra. Casi nada al aparato. Su producción extensiva y sus magníficos paisajes también deja una carne de vacuno de gran calidad, amparada por la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Ternera Navarra. Un redondo de esta carne o un asado son todo un homenaje que bien merece un viaje a esta comunidad autónoma.

Excursiones. Ainhoa y Sara. Dos nombres de mujer que también son los nombres de dos bellas localidades de Francia, situadas a escasos kilómetros de la frontera por el antiguo paso de Dantxarinea. Ainhoa y Sara conservan la estructura de un pueblo pirenaico con toque francés, que permite observar el cementerio en plena calle al lado de la iglesia, mientras que al otro lado está el frontón.

Foto 2