Los occidentales, o los que así nos consideramos, corremos el riesgo de tener una visión demasiado limitada del mundo, tanto de sus pueblos como de sus costumbres… y de su gastronomía. Todo lo que se salga de lo conocido en Europa puede correr el riesgo de pasar inadvertido, con la excepción de algunos ingredientes y platos ‘exóticos’ que poco a poco van conquistando fronteras.

No es el caso del producto lácteo que hoy nos ocupa y que estos locos del vacuno os queremos presentar. Se trata del Labneh, un producto que tiene una consistencia entre el yogur y el queso, y a veces puede tener una textura pastosa, dependiendo del país. Con el motivo de preservarlo durante más tiempo, se le puede dejar secar en forma de bolas de tres a cuatro centímetros de diámetro y se sumergen en una conserva con abundante aceite de oliva. También puede ser condimentado con especias como el tomillo o la menta.

En cierto modo, se le puede considerar un pariente cercano del yogur griego, en una muestra más de la cercanía y los puntos de unión entre la cultura y la gastronomía helena con el mundo árabe. A este producto también se le denomina ‘yogur de invierno’ por su capacidad de conservación.

Antiguamente los nómadas ponían el yogur de leche de cabra en pieles y con el tiempo se evaporaba a través de los poros hasta que quedaba una pasta a la que se le añadía sal con el objeto de preservarla. Hoy en día el método de elaboración es similar, solo que el yogur se compra en supermercados o tiendas y las pieles son sustituidas por bolsas que tras colgarse durante 24 horas dejan la pasta lista para ser empleada. Además, en la actualidad también se utiliza leche de vaca, que proporciona un sabor más suave.

(Fuente de las fotos: Wikipedia)